
Por Fernando Quirós
Van veintiséis artículos (entradas) en este blog sobre las elecciones al rectorado y habrá otro sobre el último debate y uno final sobre el resultado. Esta serie terminará con ELECCIONES (y XXVIII). Escribo entre la decepción y el cabreo con el desenlace de esta campaña que tendrá su último acto en el debate que se celebrará mañana en la Facultad de Ciencias de la Información. Desde luego, el cabreo no es buen consejero para ponerse a escribir, así que pido a los lectores que me disculpen. Pero tengo que escribir. Antes de publicar corregiré y eliminaré cualquier palabra o expresión impropia en un profesor de tantos años y con una vida en la Universidad Complutense tan larga.
Llegué al edificio donde mañana van a debatir Esther y Joaquín con 17 años, para estudiar Periodismo. Me licencié en 1980 y fui becario predoctoral entre 1984 y 1986, año en que obtuve mi grado de doctor. Ese mismo año fui contratado como profesor encargado de curso. Pasé luego por casi todas las figuras que contemplaba en la LRU, hasta llegar a catedrático de universidad, en 2001. Estamos en 2023. Han pasado 48 años y ayer cumplí 65. Más de la mitad de mi vida en la Universidad Complutense de Madrid. Aquí he aprendido mucho de los excelentes profesores de los que disfruté y también sufrí lo mío con los que no eran tan excelentes. Amo a esta universidad en la que ya me quedan pocos años y en la que he procurado ser el mejor profesor posible para mis estudiantes. No lo he conseguido siempre, preciso es reconocerlo, pero siempre he estado comprometido en el papel de formar ciudadanos capaces de pensar por sí mismos, de ser críticos y, sobre todo, de formar periodistas comprometidos con la verdad, y no con esa memez imposible de la objetividad. Eso es lo que me anima a seguir hasta el final legalmente posible de mi vida académica y a no tirar la toalla y marcharme a casa después de todo lo ocurrido en esta campaña electoral
En este pequeño espacio digital que es CRITICOM, he apoyado la candidatura de Esther, porque me encandiló su valentía, su proyecto de universidad pública y, sobre todo, su proximidad a los estudiantes. Yo voté a Joaquín en 2019 por sus ideas progresistas y me comí, luego, el sapo de su pacto político con la derecha, por eso que llaman un “bien superior”, (o sea: echar al rector en ejercicio). Su gestión no me parecía buena, pero me seguía gustando su talante, su cordialidad y ese ser el “hombre feliz” en todo momento. Pero llegó lo de Ayuso y no pude más. Entonces encontré en Esther un nuevo motivo para la ilusión, algo en lo que creer, y arrimé el hombro, con mis pocas fuerzas e influencias, en un proyecto de Compromiso Complutense, desde el que estaba seguro de que se construiría una universidad mejor, de la que me jubilaría, con la íntima satisfacción de poder decir “yo ayudé un poquito a Esther del Campo”, la rectora de los estudiantes, la que no tenía lastres ni ataduras, la que no repartía cargos, la que no quería ser vicerrectora con nadie.
No ha podido ser. El pragmatismo político y el juego de las alianzas, no ha generado las sinergias que yo esperaba. Tenía derecho a esperarlas y, por eso, tal vez, mi decepción se deba a que no soy capaz de encontrar este otro “bien superior” de echar a Joaquín, a como dé lugar. Eso no lo aprendí de mis maestros. Aprendí a jugar limpio y esto no me lo parece. Aprendí a dar la cara y la dí a lo largo de veintiséis escritos, y en cada café con los compañeros y en cada discusión con los amigos que siguen apoyando a Joaquín, en cada email, en cada tweet. Y, como resultado, me he encontrado con una sacudida a cuatro manos y una de ellas es de un jugador de ventaja.
Con lo de Ayuso le dije a Joaquín “Así no, señor Rector” · y con el acuerdo de la nueva tetrarquía que aspira a gobernar la Complutense, con dos emperatrices augustas y dos césares con derecho a sucesión, no me quedan candidatos. Tengo en mis manos un sobre y una cuartilla en blanco. El día 29 tendré en mi mano un sobre oficial y una cuartilla en blanco. Lo cerraré y con el máximo pesar se lo daré al presidente de la mesa, para que lo introduzca en la urna y diga: Fernando Quirós, votó. Será mi último voto en unas elecciones a rector.

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