
Por Fernando Quirós
La reciente conformación del equipo decanal ha generado un abanico de expectativas, comentarios y debates dentro de la facultad. Sin embargo, más que hablar de un “nuevo equipo”, sería más preciso referirse a una continuidad en la gestión, dado que la composición del equipo refleja una línea de continuidad con la administración anterior. Este aspecto no pasa desapercibido para quienes esperaban una renovación más profunda en la estructura de gobierno de la facultad.
Si bien cada liderazgo tiene sus propias prioridades y estrategias, el hecho de que el equipo decanal se haya conformado con una marcada continuidad invita a reflexionar sobre el impacto que esto tendrá en la dirección de la institución. Es legítimo reconocer la decisión del decano como válida y ajustada a las normas establecidas, pero al mismo tiempo, es igualmente pertinente preguntarse si esta continuidad será sinónimo de estabilidad y mejora, o si, por el contrario, podría limitar la innovación y el necesario proceso de evolución institucional.
Desde el respeto institucional y la cortesía, felicito a los dos compañeros “nuevos” que han sido seleccionados para formar parte de este equipo decanal. Asumir estas responsabilidades implica un compromiso profundo con la facultad y sus retos, y confío en que su labor estará orientada a fortalecer nuestra comunidad académica. No obstante, esta felicitación no debe ser un obstáculo para ejercer el legítimo derecho a la crítica constructiva y a la discrepancia reflexiva. Es mediante el debate y la confrontación de ideas que podemos aspirar a un liderazgo más representativo de los intereses colectivos.

Ahora bien, la cortesía no debe confundirse con el elogio desmedido. Es importante reconocer que la gestión anterior estuvo lejos de alcanzar las expectativas en áreas clave para el desarrollo académico. La soberbia del decano y su limitada capacidad para impulsar reformas sustanciales en el plan de estudios han sido evidentes, generando frustración en quienes esperaban avances reales en la formación universitaria. La insistencia en mantener un modelo poco experimental, concentrado únicamente en su área de interés, dejó de lado la posibilidad de extender una mayor innovación pedagógica a todos los grados. Esta falta de visión y liderazgo ha frenado el progreso que la facultad necesitaba con urgencia.
Más aún, el hecho de que todos los delegados de decano se mantengan en sus puestos evidencia que la red de poder de Clemente permanece prácticamente intacta. La red clientelar y los vicedecanos que han continuado en sus cargos ya saben que ahora el jefe es Ángel Rubio, lo que plantea interrogantes sobre cuánto de cambio real traerá esta administración. El decano saliente puede haber conseguido un triunfo con la elección de su sucesor, pero el clamor es claro: no fue un buen decano, sino un bluff que logró sostenerse ocho años gracias a un sistema de elección fácil de controlar. Con una elección por sufragio universal, Clemente difícilmente habría ganado siquiera su primer mandato.
Por mucho que se niegue, hubo un intento de mantenerse en el poder de forma más directa. Clemente llegó incluso a proponerse a sí mismo como vicedecano en el nuevo equipo, pero el rechazo a su posible nombramiento fue clamoroso en casi todos los rincones de la facultad. La resistencia a esta maniobra se hizo evidente, al punto de que el proyectado nombramiento fue abandonado incluso antes de la campaña electoral. Este episodio no solo refuerza la percepción de que su liderazgo fue más una estrategia de control que una verdadera gestión transformadora, sino que también expone la necesidad urgente de renovar profundamente el modelo de gobierno de la facultad.
Por ello, es imprescindible que el equipo decanal actual no se limite a replicar la misma dinámica, sino que asuma con responsabilidad la tarea de corregir los errores de la administración anterior. La continuidad no debe significar inmovilismo, sino una evolución en la manera en que se afrontan los desafíos de la facultad. La comunidad académica merece una gestión capaz de escuchar, reformar y proyectar el futuro con una mirada crítica y propositiva.
Espero que este equipo decanal, más que centrarse en la continuidad por sí misma, logre consolidar una gestión basada en el compromiso, el progreso y el bienestar de la facultad. Ojalá que, en su desempeño, prioricen la apertura al diálogo, la mejora de los procesos y el fortalecimiento de la confianza institucional. El desafío no radica solo en seguir una línea establecida, sino en demostrar que esta continuidad es sinónimo de crecimiento, eficiencia y adaptación a las necesidades de todos.
Finalmente, reitero mis mejores deseos al nuevo decano. Su tarea no será fácil, especialmente cuando la percepción de continuidad genera expectativas y preguntas dentro de la facultad. Confío en que su gestión sabrá responder a estas inquietudes con una visión clara, una estrategia sólida y un genuino compromiso con el futuro de nuestra institución.

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