
Por Fernando Quirós
José Antonio, fiel a su inconfundible estilo, que tantos admiradores le ha cosechado, mezcla entre Torquemada y Fray Gerundio de Campazas, nos regaló ayer una nueva pieza maestra de reflexión, con un agudísimo post scriptum, que me dedica. Una joya literaria que, sin duda, quedará para la posteridad.
Su carta abierta ha levantado una polvareda de indignación que, paradójicamente, parece desproporcionada para un texto tan pulido y meditado. Por eso, y porque la justicia exige equilibrio, no puedo quedarme de brazos cruzados. Esta reacción merece una respuesta acorde, una defensa que esté a la altura del brillante documento que la provocó. Así que, señores, ahí voy.
Algunos me escribís cuestionando su honorabilidad y esto es intolerable. José Antonio es un hombre honrado. No hay razón alguna para revisar documentos, investigar cuentas o cuestionar decisiones. ¿Para qué pedir auditorías? ¿Para qué escarbar en el rectorado? Perderéis el tiempo, porque obviamente todo está en perfecto orden. No insistáis, José Antonio es, sin duda alguna, un hombre honrado.
Establecido esto, vayamos al texto y al post scriptum. Los que le atacáis no entendéis que él, a base de pasar mas horas que nadie en la facultad ha captado a la perfección el espíritu del brutalismo. Si el edificio es imponente, de líneas austeras y contundentes, es lógico deducir que quienes lo habitan deben actuar con la misma rudeza. No se trata de espacios funcionales o pensamiento estructurado, no… aquí lo que impera es la coherencia brutalista en su máxima expresión: ser un bruto. Arquitectura y actitud, todo en sintonía perfecta.
José Antonio posee un sentido del humor envidiable, tan afinado que le permite decir hoy lo contrario de lo que dijo hace dos años, sin pestañear. Es un talento raro, poder cambiar de opinión con tanta fluidez y naturalidad, casi como si no hubiera dicho lo anterior con absoluta convicción. Un verdadero maestro de la coherencia dinámica. Y para disipar cualquier duda, salgo en su defensa con pruebas irrefutables: lo que él mismo expresó públicamente en su cuenta de X (cuando aún era Twitter), sobre mis artículos en las elecciones a rector y en el asunto de Ayuso. Ahí lo tenéis, sin filtros ni interpretaciones malintencionadas. Tomaos un rato para leer lo que José Antonio dice de mí en estas capturas de pantalla.






En 2023, este hombre honesto lanzó una avalancha de elogios sobre mi, dignos de una ovación cerrada: brillante, lúcido, modélico, necesario… palabras que me pintan como una referencia absoluta. Pero, ay, qué decepción, en 2025, el mismo escenario se transforma en un páramo otoñal de ranciedad y ruido: “no tengo ganas, ni fuerzas de comentar ese otro blog otoñal, una reliquia, que a veces nos divierte y otras nos saca una mueca de contrariedad ante la ranciedad, zafiedad y patetismo de sus afirmaciones, tan gratuitas como las del libelo, pero por desgracia firmadas de puño y letra por alguien progresivamente irrelevante, pero que gusta de ensuciar y hacer ruido, cuando antes debería mirar sus propias miserias… si las tuviera”.
Aquí tenemos un verdadero ejercicio de contorsionismo intelectual. ¿Cómo se pasa de erudito impecable a figura progresivamente irrelevante en apenas unos párrafos? Si antes era un pensador de referencia, ¿qué ha ocurrido para que ahora sea un personaje que solo “ensucia” con sus opiniones? La contradicción no solo es evidente, sino que parece salir a escena sin ningún pudor.
Tal vez el problema no sea el contenido de este blog, sino la necesidad de alabar con una mano y destruir con la otra. Un baile extraño, ¿no creéis?
Y, por supuesto, en medio de este torbellino de contradicciones, siempre hay una figura que se aferra a su propia visión con una tenacidad admirable. José Antonio, el hombre de principios, que mantiene su postura firme como un faro en la tormenta—aunque la tormenta sea, irónicamente, la suya propia. Porque, en última instancia, ser honrado no es cambiar de opinión según sople el viento, sino mantener la coherencia… incluso cuando esa coherencia es un desafío en sí misma. Pero, aún así le defiendo, porque José Antonio es un hombre honrado.

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